UNA ORQUESTA MONUMENTAL COMUNITARIA QUE TRANSFORMA VIDAS

Publicado el 10 Septiembre 2025
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La música transforma a quienes la tocan; los bellos sonidos que generan evocan sentimientos que alegran y conmueven, que tienen el poder de acercar distintos gustos, estilos y edades, de amalgamar y crear comunidad aún entre desconocidos.

Así lo demuestra el ensayo para el debut de la Orquesta Monumental Metropolitana, que desde junio pasado suma el esfuerzo de maestros, directores y músicos, convocados y convocadas por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en coordinación con UTOPIAS, PILARES, las Orquestas Comunitarias del Centro Cultural Ollin Yoliztli, el Programa de Coros, la participación de municipios mexiquenses y alcaldías para tocar ante miles de personas el próximo sábado 27 de septiembre en el Zócalo capitalino, el escenario público más grande e importante del país.

Principiantes o profesionales, las y los músicos con los más variados instrumentos acuden a la celebración. Practican ser uno mismo con cada pieza del repertorio, acoplándose en cada compás y armonía para integrarse como grupo, con una banda, con cientos de ellos y ellas formando una orquesta enorme, monumental.

Es viernes en la UTOPÍA Meyehualco y faltan minutos para las 16 horas. Dispersos llegan los músicos: infantes que apenas inician con el cobijo de sus padres; adolescentes con tímidas sonrisas; jóvenes serenos y ensimismados; profesionales y experimentados; adultos mayores y, con ellos, sus profesoras y profesores que les guían, les dirigen, les invitan a escuchar a detalle, a no adelantarse o atrasarse, a cuidar cada nota de la partitura de las obras que ensayan.

La sinfonía reúne a más de 300 músicos alistando sus instrumentos, hojeando partituras, una última práctica en solitario y decenas de notas que, al mismo tiempo, se mezclan con voces, sonrisas, saludos y abrazos. Poco a poco, toman su sitio las secciones de cuerdas, alientos, maderas, percusiones y el coro en la grada esperando indicaciones. Para cada pieza, dirige una maestra o maestro de cada agrupación, quienes ante tales dimensiones de la orquesta marcarán el compás entero en voz alta para que todos y todas puedan verlos.

La directora de Orquesta Lizzi Ceniceros, encargada del mega proyecto musical, toma el micrófono, da la bienvenida, agradece la asistencia y recuerda que el repertorio será el que han practicado con su agrupación. Primero, Kumbala, danzón con que La Maldita Vecindad homenajea los bares de la década de los cuarenta; siguen Habanera y Canción del toreador, ambas arias de la ópera Carmen de Bizet; continuará con Nunca es suficiente, canción de Natalia Lafourcade, al ritmo de cumbia con Los Ángeles Azules.

Luego, Viva la vida de Coldplay, con el pop rock de 2008; un Popurri de Mambos de Pérez Prado; el huapachoso Mis sentimientos, otro hit de Ximena Sariñana con Los Ángeles Azules; la Marcha Radetzky de Johann Strauss, compuesta a un militar a mediados del siglo XIX; la sudafricana Siyahamba, principalmente coral y que refleja el espíritu de comunidad; el Himno a la Alegría de Beethoven; y para terminar, Tango de la compositora mexicana y directora de orquesta Gina Enríquez.

"Debemos tener una combinación de géneros para que todos se sientan incluidos. La orquesta comunitaria es una que incluye a todos. Tenemos piezas de gran formato, piezas sinfónicas, y piezas total y absolutamente populares. Combinamos lo que estaban haciendo cada grupo, metimos música de concierto, para jóvenes, una más moderna, una coral, para que podamos hacer una mezcla donde todos se incluyan", explica Lizzi Ceniceros.

Empieza el lenguaje que los músicos comprenden con la misma facilidad con que desarrollan su lengua materna. Maestras y maestros en turno se colocan al centro con batuta en mano para dar instrucciones frente a la orquesta monumental.

En las congas está Miguel Alvarado, quien tras su jubilación quiso invertir su tiempo libre y aprendió a tocar este instrumento en la Escuela de Música de UTOPÍA Meyehualco por su gusto por la música tropical y la salsa. En 18 meses de práctica, ya pertenece también a un ensamble de música folclórica y ahora, aprende música sinfónica con la Orquesta Monumental.

Detrás de los violines está atento Rodrigo Romero, contrabajista que comparte su experiencia desde que inició a los 13 años con músicos jóvenes del Centro Cultural Ollin Yoliztli, luego como egresado del Conservatorio Nacional de Música y ahora, como maestro UTOPÍAS a sus 29 años.

"Este concierto está pensado para un público variado, vamos a tener piezas académicas, clásicas, pero también vamos a tener danzones, cumbias, tangos, va a ser un repertorio retador, pero va a salir bastante bien. Los chicos están entusiasmados y están ensayando muy duro", comenta sereno sin soltar su contrabajo.

Al final de cada pieza, suenan aplausos como recompensa al esfuerzo de las y los participantes. Es la mitad del ensayo. Llega el momento en que comienzan a bailar con Nunca es suficiente, que salió en un solo intento, y sigue Vive la vida donde la maestra se golpeatea en el pecho con la palma para marcar y dirige la mirada a la sección instrumental que quiere enfatizar. Da pequeños saltos en su lugar, se sacude concentrada, les dirige la mirada para repasar solo la parte final.

En el Popurri de Pérez Prado, las secciones de los violines, las violas y los chelos ya conocen la coreografía y desde sus asientos levantan su instrumento o sacuden sus arcos llevados por las percusiones y trombones, trompetas y saxofones que llevan el ritmo mientras el Coro baila embrujado por el frenesí de esos mambos. "¡Mambo!, ¡Qué rico mambo!, ¡Mambo!, ¡Qué rico el-el-el-el!".

El llamado ahora es a la tuba y el trombón para que entren juntos después de que las percusiones marquen el ritmo para interpretar Mis sentimientos que, con el coro y todos los que permanecen de pie se prenden con el paso básico de cumbia.

Son las 18:33 horas y el ensayo ha terminado. Vicente, de 42 años, ríe con su jarana en mano; Aline, de 17, conversa con su amiga al lado de su violín; y Gabriel da las últimas instrucciones a sus alumnos al lado del saxofón barítono. Las y los músicos limpian sus instrumentos para guardarlos en sus estuches que cuelgan a sus espaldas, recogen sus partituras o apagan sus tabletas y solo se abrigan del frío y la lluvia ligera para ir de regreso a casa. En unos días seguirán los ensayos y solo se llevan de tarea seguir practicando.

"Cada uno de quienes están aquí ya le gusta el arte, ve la música, se autoexige, y trabaja en equipo, que le guste sonar bien y hacer algo bonito. (...). Todo este numerote que tenemos es gente a la que le cambiamos la vida. Es un hecho porque ya ven la vida diferente. Muchos querían ser músicos y no lo habían logrado, y entraron de repente a una escuela y están empezando a tocar y ahorita ¡están en una orquesta! ¡ya les cambiaste la vida!", concluye la encargada del mega proyecto musical.

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