ENTREGA HÉCTOR INFANZÓN “PEDACITOS DE VIDA” CON PRESENTACIÓN EN LA SALA HERMILO NOVELO DEL CENTRO CULTURAL OLLIN YOLIZTLI

Publicado el 24 Mayo 2025
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● Es la primera ocasión en la que el músico y compositor ofrece un recital en la Sala de Conciertos Hermilo Novelo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, por lo que agradeció la oportunidad tocando a piano solo con piezas de su autoría y dos más que lo han acompañado a lo largo de los más de sus 45 años de trayectoria

● Por más de 90 minutos, las y los asistentes se deleitaron con las composiciones “Aquí en mí”; “Como en feria”; “No porque me acuerdo”; “Zócalo”; “La botica de Don Carlos”; “Singapur”; y “Azúcar”, además de “Lunfardo” del argentino Astor Piazzolla, y “Una improvisación sobre Momento Musical No 6”, basada en una obra del ruso Sergei Rachmaninoff

Por primera vez en más de 45 años de trayectoria, la música del pianista y compositor Héctor Infanzón hizo resonar este viernes 23 de mayo cada rincón de la Sala de Conciertos Hermilo Novelo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, perteneciente a la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, durante más de 90 minutos y a través de lo mejor de su repertorio, entregó con cada pieza un “pedacito de vida” con improvisación, anécdotas y sonrisas.

Previo al concierto, una fila de fieles seguidores esperaba el momento de ingresar a la sala y el primero en llegar, más de 40 minutos antes, fue Agustín Sánchez González, quien recordó las veladas cuando apreciaba al músico tocar en el Bar León en el Centro Histórico.

“¡Uy! ¡Puedo decir que soy seguidor de toda la vida! Desde que Héctor Infanzón tocaba hace 30 o 40 años en grupos de salsa y jazz en el mítico Bar León, y desde aquellas épocas me parece que es uno de los más extraordinarios pianistas y de una gran calidad, y hoy, en una sala tan íntima, como en un lugar que está en la Portales, El Convite, que también es chiquito”, dijo.

Minutos antes el público, la mayoría adultos mayores y jóvenes estudiantes de música, ingresaron al recinto para tomar sus lugares. En punto de las 19:07 horas, luego de palabras de bienvenida, el pianista vestido con una guayabera y pantalón negro fue recibido entre cálidos aplausos en una velada íntima y cercana antes de empezar a tocar en el piano Yamaha una mezcla única de géneros, desde la música clásica, pasando por el bolero, el huapango y el atrevimiento que solo los virtuosos del jazz pueden demostrar.

Como un acto de improvisación pura, Héctor Infanzón cambió el orden del programa que estaba planeado y deleitó la noche con piezas de su autoría y de dos compositores más, comenzando con “Aquí en mí” con los sonidos sublimes y elegantes del piano que dejaron escapar al infinito hasta que se desvaneciera la última nota.

Fiel a su estilo de compartir con las y los asistentes, en el final de cada pieza el pianista se puso de pie y dirigiéndose al público ofreció una breve introducción a la siguiente obra, hacía una pequeña broma o explicaba la dedicatoria en sus composiciones. Así continuó con el huapango “Como en feria”, preguntando en tono de broma cómo le iría en el concierto.

La presentación continúo con “No porque me acuerdo”, una canción que suena a un inigualable ritmo que va del danzón al latin jazz y que le hace recordar al Centro Histórico, el barrio en el que nació y creció, de donde toma todos los sonidos vivos cotidianos característicos que siguen resonando en el palpitar de la capital.

Después, cedió el paso a piezas de otros autores, pero con su sello personal. Con “Lunfardo”, pieza del compositor argentino Astor Piazzolla, formó un diálogo, una conversación imaginaria, de algún hablante de aquella jerga de La Boca, el barrio popular bonaerense, con el habla popular de Tepito y La Lagunilla, matizado con la improvisación en el que el jugueteo de los dedos y manos parecía crear un nuevo lenguaje sin palabras con la cadencia de las dos sonoridades.

Fue el turno de mantener la improvisación con “Momento Musical No. 6” de Sergei Rachmaninoff, en la que lanzó la advertencia sobre si temía si el compositor ruso no le iba a reclamar más noche después de tocar su pieza.

Volviendo a sus propias composiciones, con “Zócalo”, dedicada a lo que Héctor Infanzón llamó el centro energético y todos los sonidos cotidianos que emanan y conviven, ya sea de los instrumentos de los danzantes prehispánicos y el ritmo de los pregoneros y vendedores, para derivar en una pieza más huapachosa y rica.

El momento de la balada y de los recuerdos más entrañables de su infancia llegaron con “La botica de Don Carlos”, canción compuesta y dedicada a su padre, quién en un rincón de su casa siempre tenía el remedio para aliviar esos males emocionales a través de dosis de tertulias y largas conversaciones.

Hacia la parte final de la presentación, recordó un viaje a Asia para tocar con su grupo, a ese país próspero, con “Singapur” y preguntó a qué sonaría un huapango singapureño al compartir por completo con los dedos saltando fugaces entre las teclas y el rostro y ojos clavados en el instrumento.

Y antes del cierre, tras recibir más de tres minutos de aplausos del público que se había entregado a las melodías, Héctor Infanzón agradeció el gesto con una reverencia y también de manera verbal por la invitación al director Académico del Centro Cultural Ollin Yoliztli, Francisco Becerra, al director de la Escuela de Música Vida y Movimiento, Tomás Gutiérrez y la subdirectora, Martha Moreira, además al personal administrativo, técnico y de intendencia que le permitieron tocar en la Sala Hermilo Novelo.

“Es un enorme honor, placer y satisfacción de presentarme en esta sala que siempre había tenido la ilusión de tocar aquí. (...) Fue una emoción muy grande pisar esta sala, una de las emblemáticas de la ciudad sin lugar a duda, y lleva el nombre de un gran músico mexicano que honra la trayectoria de muchos músicos mexicanos. La sala es preciosa, los pianos están increíbles, la gente que viene es muy cálida, es un recinto muy importante para hacer música de cámara, se puede imaginar muchísima música y el espacio, el lugar, la sala se presta para ello”, reconoció el músico.

Para finalizar, una de las piezas más reconocidas de su repertorio, una que ha sido tocada en diferentes versiones para dueto, trío, orquesta sinfónica y más… aunque ninguno de los otros músicos haya acudido, bromeó el compositor. Se trata de “Azúcar”, un verdadero deleite con trazos de latin jazz y el ritmo que hizo al público mover el cuerpo sin pararse de sus butacas con esos ritmos caribeños y cadenciosos.

“Durante tantos años, el explorar, ver las posibilidades, lo que puedo y no puedo hacer, siempre es una introspección, un trabajo de autocrítica, consciencia y estima, de valorar lo que uno puede hacer y poderlo potenciar, es un trabajo de años llegar al punto en que diga: ‘Esto es lo que soy, esta es mi voz, esta es la manera en que lo hago’ y en 45 años esto es lo que he recorrido y me siento muy honrado, orgulloso de vivir todo lo que he vivido a través de la música… en esos ‘pedacitos de vida’ de 45 años”, añadió entre risas en entrevista al final de la presentación.

Al término del recital, decenas de asistentes hicieron otra fila, ahora, para acercarse a saludar a Héctor Infanzón, estrecharle la mano, darle un abrazo y una sonrisa sincera, pedirle una fotografía del recuerdo, recordarle alguna otra ocasión que lo escucharon tocar y hacerle saber que sí, ellos aprecian esos “pedacitos de vida” que les entrega en cada presentación.

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