COMPARECENCIA DEL SECRETARIO DE CULTURA DE LA CIUDAD DE MÉXICO ANTE LA COMISIÓN DE CULTURA Y PATRIMONIO DEL 1er CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Publicado el 31 Octubre 2018

SC/DDC/CP/1165-18 Ciudad de México, 31 de octubre 2018

En 1997 la Ciudad de México conquista su derecho a autogobernarse tras décadas de subordinación a los poderes federales y a partir del ejercicio de esos derechos políticos de los ciudadanos de nuestra urbe se comienzan a experimentar políticas culturales diferentes a las dominantes en el resto del país, además se desarrollan acciones encaminadas a brindar atención a nuevas prioridades: la recuperación del espacio público a partir de las manifestaciones artísticas; la legitimación de las manifestaciones culturales de la juventud, como el rock, ska, hip-hop o los grafitis, y otras de origen popular como el son, el danzón o la salsa; la divulgación de las diversas expresiones culturales del mundo, y no exclusivamente las llamadas “bellas artes”. Un nuevo y vigoroso impulso al fomento a la lectura; una renovación de los modelos de formación artística no formal con la experiencia del proceso de creación del Faro de Oriente; la incorporación de importantes regiones periféricas al radar de las políticas culturales, y una presencia protagónica, hasta entonces inédita, de la palabra poética y los poetas en el espacio público. Éstas serán algunas de las aportaciones en políticas culturales de la capital del país durante el gobierno del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y durante la administración del poeta Alejandro Aura.

Podemos decir que junto a la irrupción democrática, en la Ciudad de México se hizo presente la pluralidad cultural, aquella que expresaba la riqueza social de la ciudad misma y acompañó los procesos de participación y lucha de las mujeres, de los jóvenes, de los pueblos originarios e indígenas, así como de las minorías sexuales y otras comunidades.

La apuesta por “una ciudad para todos” fue retomada para la programación de una vasta oferta cultural en la ciudad bajo el sello de “La calle es de todos” y ese proceso se convirtió también en un estimulante reconocimiento de la diversidad implícita precisamente en el concepto de “todos”, fundamento y bandera de la política cultural del Instituto de Cultura de la Ciudad de México (ICCM).

Durante los siguientes años, la Ciudad de México continuó, de una u otra manera, con sus altibajos y sobresaltos, este proceso de reconocimiento a la diversidad, mientras que las políticas culturales de todas sus administraciones han trabajado sobre estos cimientos y construido una política cada vez más amplia y más compleja. A partir del año 2001, el Instituto de Cultura se convierte en secretaría.

También es cuando el presupuesto para la cultura se dispersa en las 16 delegaciones políticas sin un propósito claro, lo que en los hechos ocasiona una merma considerable del ejercicio presupuestal para la cultura. Será durante la primera administración del siglo XXI cuando se consolide la Feria Internacional del Libro del Zócalo —que hasta ese entonces había sido una feria de trueque de libro— y cuando nace la segunda camada de Faros, se eleva la calidad de los museos de la Ciudad de México y la de la programación de sus teatros y se generan importantes reflexiones como la que un colectivo de especialistas en la materia redactan con el título Libro verde para la cultura. Trabajo en el que se incorpora el concepto de derechos culturales, tal como se exponen en la Declaración de Friburgo, así como la Agenda 21 para la Cultura, que plantea la necesidad de incorporar los procesos culturales de manera transversal en las políticas públicas, como cuarto pilar de desarrollo, junto con la sostenibilidad ambiental, el progreso social y el desarrollo económico.

Los últimos quince años han sido ricos en la reflexión sobre la diversidad cultural y las políticas públicas, como lo demostró el reciente proceso electoral, donde por primera vez se ensayó un diálogo entre diversas opciones políticas sobre temas culturales, mientras algunas voces independientes, académicas y ciudadanas llamaron la atención sobre los derechos culturales y la preservación y difusión del patrimonio.

La participación de las diversas comunidades en la vida social y cultural de la Ciudad de México es una de las características sustanciales de los últimos años. Hoy ya es un anacronismo pensar que son las instituciones públicas en solitario, y mucho menos sus autoridades y funcionarios, los que definen en su totalidad los procesos de transformación profunda que vive el México contemporáneo.

Así como no se puede pretender gobernar la nación sin el reconocimiento de los derechos de los pueblos, tampoco es posible gobernar las ciudades y el país en su conjunto sin la participación de los ciudadanos y las diversas formas de organización y participación comunitaria.

En la dimensión de los procesos culturales, no se pueden construir políticas públicas sin tomar en cuenta nuestra diversidad, pero tampoco sin consultar y gestionar la participación de los escritores, los teatreros, los músicos, los poetas, los cronistas, los artistas visuales, los periodistas, los trabajadores de la cultura, los maestros y alumnos, los talleristas, los aprendices de un oficio, los promotores, los colectivos independientes y los emprendedores privados, así como de los indígenas y de los habitantes de los pueblos y barrios originarios, o sin la participación de los destinatarios últimos de estas políticas, que es el conjunto de la ciudadanía.

Con este espíritu, la elaboración de las políticas públicas de esta gestión partió de un proceso que tuvo como punto de partida la consulta y la participación de las comunidades culturales y las voces expertas para conformar el Programa de Fomento y Desarrollo Cultural 2014-2018 en un ejercicio incluyente y participativo, abierto de manera destacada a la participación ciudadana mediante múltiples instrumentos y procesos que incluyeron foros y consultas en las que participaron más de 700 personas.

A partir de ello, desarrollamos consejos ciudadanos para la gobernanza, consultas a las agrupaciones artísticas de la ciudad, procesos de toma de decisiones colegiadas con las comunidades de maestros, estudiantes y padres de familia, consultas interinstitucionales, transparentes y colegiados en la puesta en marcha de proyectos tan complejos como la Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios; la Feria Internacional del Libro en el Zócalo o el Desfile del Día de Muertos, así como en el diseño y seguimiento de las convocatorias públicas para participar en la programación del Sistema de Teatros, en el Programa de Teatro en Plazas Públicas o en los programas de estímulos para los creadores artísticos, indígenas y populares relacionados con las comunidades y los territorios.

Hoy adelante, que no atrás, de prácticamente todos los programas de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México hay cuerpos colegiados e interinstitucionales, ciudadanos y comunidades. Destaco el fortalecimiento de la Comisión de Monumentos y Arte en Espacios Públicos (Comaep), así como la creación del Consejo de Salvaguarda del Patrimonio Urbanístico Arquitectónico de la CDMX, la conformación del Comité Técnico del Plan Maestro para la Restauración, Conservación y Rehabilitación del Polyforum Cultural Siqueiros y de los comités para la Reconstrucción de la Infraestructura Cultural y de los Monumentos Históricos y Patrimoniales creados inmediatamente después de los sismos del 19 de septiembre de 2017, donde participan los gobiernos locales, la Iglesia católica –se trata en muchos casos de templos abiertos al culto–, las comunidades, las autoridades de la ciudad y la Federación.

En nuestra experiencia existe un importante consenso social en torno a la demanda ciudadana de participar y ser tomada en cuenta, por lo que la tarea de las instituciones es acertar en cómo deberán ser los procesos de consulta –a quiénes, cuándo y de qué manera–, pues aunque la consulta es relevante en sí misma, ya que significa el ejercicio de nuevas formas de democracia directa, resulta también fundamental el para qué, cuya respuesta debería ser “para tomar las mejores decisiones”.

Las políticas culturales de la ciudad durante los últimos años se han caracterizado por tener como vocaciones principales el uso intensivo del espacio público como escenario fundamental de la vida cultural; el impulso de procesos comunitarios participativos relacionados a la innovación de los modelos de formación artística, participación social y fomento cultural; el reconocimiento y valoración de la diversidad cultural de la CDMX y el apoyo a diversas iniciativas de las comunidades LGBT. Una perspectiva que privilegia la búsqueda de la convivencia, el diálogo y la paz como objetivo fundamental de las políticas y acciones culturales, y una importante renovación de la infraestructura cultural que administra la ciudad.

En estos años (2014-2018), por primera vez desde el inicio de los gobiernos democráticos, la Secretaría de Cultura crea una política destinada a reconocer la gran aportación de las culturas indígenas, pueblos y barrios originales de la Ciudad de México, en la construcción de nuestra riqueza social y diversidad cultural. Con la premisa de que no hay forma más cruel de discriminar que la invisibilización, el programa Capital Indígena se propuso crear una serie de acciones encaminadas a mostrar la riqueza cultural de los pueblos y comunidades indígenas. Destaca en este sentido la creación en 2014 de la “Fiesta de las Culturas Indígenas, Barrios y Pueblos Originarios de la Ciudad de México” y el Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Centzontle.

A esta administración le correspondió la responsabilidad de participar en el proceso de redacción de la Constitución Política de la Ciudad de México como consecuencia del reconocimiento de la ciudad como una entidad de la Federación. La redacción de la Constitución abrió la posibilidad de plasmar —por primera vez en un texto jurídico de esta jerarquía— un catálogo explícito de derechos culturales. La Secretaría fue convocada por el Coordinador del Gobierno de la Ciudad para la Reforma Política, licenciado Porfirio Muñoz Ledo, y por el constituyente ciudadano Juan Villoro, a colaborar en la redacción de la iniciativa de Constitución y nosotros, a su vez, extendimos la invitación a reflexionar sobre el tema a nuestros consejeros, así como al investigador en legislación cultural al doctor Bolfy Cottom.

Como en la Secretaría habíamos ya retomado la Agenda 21 de la Cultura y la Declaración de Friburgo, pronto llegamos a la conclusión de que la iniciativa debía tener como fundamento inscribir, por primera vez en un instrumento jurídico en nuestro país, un catálogo de derechos culturales que hiciera a estos exigibles, dentro del espíritu garantista que el gobierno quiso darle a nuestra Constitución.

Las versiones fueron y vinieron y en las mesas de trabajo se involucró activamente la UNESCO, así como diversos especialistas, hasta que la iniciativa llegó al constituyente donde fue debatida y enriquecida por diputados de todos los signos políticos. El texto constitucional, desde su artículo 2, inscribe algunos de los conceptos culturales que han ido madurando en la ciudad durante estos años de gobiernos democráticos y definen a la ciudad como intercultural, plurilingüe, pluriétnica y pluricultural y afirma que nuestra urbe se enriquece con el tránsito, destino y retorno de la migración nacional e internacional, porque es un espacio abierto a las personas desplazadas, por lo que en los considerandos generales sugerimos la incorporación del concepto “Ciudad Refugio”, mismo que esta administración deberá transformar en políticas y programas efectivos.

A estos conceptos, la nueva Constitución suma el primer catálogo explícito en nuestra historia jurídica de derechos culturales, mismo que además se presenta como “indicativo, más no limitativo”, con lo que se abre la puerta a la progresión y ampliación de dichos derechos.

Una vez aprobada la Constitución Política de la Ciudad de México, se nos convocó a colaborar, con legisladores y expertos en la materia en el desarrollo de una Ley de Derechos Culturales de los Habitantes y Visitantes de la Ciudad de México, que el 22 de diciembre de 2017 fue puesta a consideración de la ALDF y aprobada por unanimidad. Destaco en este proceso el ejercicio de reflexión y redacción que desarrollaron el ya citado Bolfy Cottom, como el doctor Jorge Sánchez Cordero, así como el acompañamiento de la entonces presidenta de esta comisión, diputada Abril Trujillo, de la diputada Eva Lescas, de la Subcomisión de Patrimonio, así como del diputado Alfonso Suárez del Real, quien habrá de hacerse cargo de esta Secretaría a partir del 5 de diciembre, y a quien saludo desde aquí y le deseo siempre lo mejor.

En la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, los avances que hemos logrado, han sido el resultado de un trabajo interinstitucional que surge de la planeación, evaluación y seguimiento de políticas culturales derivadas de un Programa generado de manera participativa.

A partir de lo que establecimos en el Programa de Fomento y Desarrollo Cultural, trabajamos año con año en siete ejes estratégicos relacionados con la formación, la identidad, la sostenibilidad, el patrimonio, el acceso a las manifestaciones culturales, la gobernanza y la información cultural, que se desagregan en 21 políticas públicas, 64 programas y más de 145 proyectos anuales para promover la vitalidad de la vida cultural y artística de la ciudad.

En los últimos años la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México ha llevado a cabo miles de acciones de intervención cultural, como presentaciones de artes escénicas en recintos, actividades culturales gratuitas y de calidad en espacios públicos, educación artística en las modalidades formal y no formal en escuelas y Faros, fortalecimiento de la sostenibilidad de las iniciativas culturales y la promoción de las convocatorias públicas y otras formas de toma de decisiones colegiadas.

Se ha mejorado y ampliado significativamente la infraestructura cultural administrada por esta institución. Se concluyeron e inauguraron los faros de Milpa Alta en Miacatlán y de Aragón, el Centro Cultural “El Rule” y la nueva sede del Centro Cultural Xavier Villaurrutia. Esta infraestructura se suma a los teatros Sergio Magaña, Benito Juárez y Foro a Poco No, los museos de la Revolución, Archivo de la Fotografía, Panteón de San Fernando y de los Ferrocarrileros, el Archivo Histórico de la Ciudad de México y el Centro Cultural José Martí. Mientras que el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, el Museo de la Ciudad, el Centro Cultural Ollin Yoliztli y la Sala de Conciertos Silvestre Revueltas han sido renovados de forma significativa en esta administración.

También destaca la incorporación de la Casa Refugio Citlaltépetl y del Centro Cultural La Pirámide a la infraestructura que administra esta Secretaría, que con ello se robustece y amplía su alcance y la posibilidad de atender a un mayor número de personas en recintos con mejores condiciones. Quedan como pendientes, pero podemos decir que con buenos avances, los Faros Cosmos y Perulera, en el poniente de la ciudad, los cuales ya han sido presentados a la Jefa de Gobierno Electa, doctora Claudia Sheinbaum, la que se comprometió a su culminación y desarrollo, el primero como un Faro dedicado al desarrollo de las artes circenses y el segundo como el Faro de la Pensil, con una vocación barrial y comunitaria.

Durante este sexenio se han fortalecido los mecanismos de estímulo a artistas, colectivos, gestores culturales y comunidad en general a partir del desarrollo de convocatorias públicas, mismas que han fomentado la transparencia y la sana competencia para el otorgamiento de estímulos, limitando la discrecionalidad en los subsidios y generando confianza entre los interesados en desarrollar una actividad cultural por y para la ciudad. Es así que hoy, más de 40 millones de pesos al año se dictaminan a través de estos mecanismos de participación de las diferentes comunidades –baste mencionar aquí que cuando llegamos a la Secretaría, en estos trabajos se invertían 500 mil pesos.

Es patente el esfuerzo por descentralizar la actividad cultural con la creación de la nueva infraestructura que ya mencionamos, así como con el uso del espacio público, para lo cual destinamos más de 42 millones de pesos para la renovación y actualización del equipamiento de producción de eventos que es vital para la ciudad, su gobierno y decenas de asociaciones y festivales que hacen un uso intensivo de él.

A lo largo de estos seis años hemos impulsado proyectos clave como Teatro en Plazas Públicas, Teatro en Tu Barrio, Escenarios Vivos en tu Ciudad, Cultura para la Reinserción Social, Noche de Museos, Agendas Participativas de Desarrollo Comunitario, Empresas Culturales, Libro Clubes, Programación Artística Nacional e Internacional, entre muchos otros, que dan cuenta de la necesidad e importancia de seguir creando formas de organización cultural para que las comunidades vivan en armonía el proceso de construcción continua de mejores condiciones de vida en sus territorios.

La creación y consolidación de eventos masivos como la Fiesta de las Culturas Indígenas, la Feria Internacional del Libro en el Zócalo, el Gran Remate de Libros en el Auditorio Nacional, la Mega Ofrenda y el Desfile para celebrar el Día de Muertos, las presentaciones especiales de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y la coordinación con otras instancias de gobierno para el desarrollo de eventos, representan el perfeccionamiento de esquemas de facilitación del acceso para acercar a los diversos sectores de la población a las manifestaciones artísticas y culturales y fortalecer la relación entre el público y el artista, el promotor y la comunidad, el lector, el autor y el editor, y otras tantas relaciones que se construyen a lo largo del proceso creativo, con el propósito de atender la construcción de ciudadanía cultural y apoyar el ejercicio de elección y de cercanía con la oferta existente, la infraestructura y los servicios culturales.

En materia educativa, durante estos seis años, nuestro esfuerzo se ha orientado hacia la profesionalización y el reconocimiento de la formación artística a través del Sistema de Escuelas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, y logramos la regularización de los procesos de certificación ante la SEP. En el mismo sentido nos dedicamos a fortalecer los modelos de educación no formal orientados a la iniciación en las artes y el manejo de los oficios, para lo cual hemos más que duplicado el número de talleres anuales, la conformación de empresas culturales, el cuidado del patrimonio y la implementación de estrategias locales para el desarrollo cultural comunitario.

El reto a lo largo de esta administración, cuando desde lo público hablamos de incentivar los procesos y proyectos emanados por, desde y para las colectividades como parte sustantiva de las políticas, ha sido no utilizar “lo comunitario” para la resolución total de los efectos negativos de una crisis o tensiones en entramados sociales, sino ver en “lo comunitario” la posibilidad de crear nuevos entornos y relaciones entre lo público y lo colectivo. Es decir, sentar las bases necesarias para construir a mediano y largo plazo políticas, programas que fomenten, impulsen y abriguen formas autónomas de gestión comunitaria que verdaderamente reflejen sus intereses, procesos y necesidades, más allá de lo establecido por la institución.

Así, durante la presente administración hemos considerado “cultura comunitaria”, de acuerdo con las interrogantes y reflexiones en torno al tema, no como la creación de ofertas de actividades varias y genéricas, sino como escenarios de procesos de creación y constitución de ciudadanías diversas, planeaciones colectivas, y acciones correspondientes a las realidades específicas de cada comunidad, que toman forma y contenido según las dinámicas participativas entre promotores locales y la Secult.

Fuimos conscientes que crear consensos y estrategias de labor compartida era un procedimiento complejo que implica tiempo, paciencia y la enorme voluntad de todas las partes de ser capaces de reconocer y propiciar cambios estructurales en las formas de relación entre gobierno y ciudadanía. No obstante, trabajamos bajo la firme convicción de que es precisamente a través del paradigma aglutinante de la cultura que se pueden generar estos nuevos modelos de gobernanza que conllevan, además de la participación directa de la sociedad civil, una estrategia transversal en la labor de las instituciones desde sus diversas áreas de injerencia (gobierno, cultura, economía, desarrollo social, medio ambiente y turismo) a través de procesos y proyectos específicos de desarrollo integral para las comunidades.

La Ciudad de México posee un gran valor cultural: la organización ciudadana como apuesta de desarrollo comunitario. Desde las instituciones públicas es imperante favorecer su trabajo, impulsarlo y visibilizarlo como parte central de las políticas públicas. Independientemente de las instituciones, los actores comunitarios seguirán impulsando proyectos en beneficio de sus comunidades. Desde nuestro punto de vista, es responsabilidad del Estado incorporar, fortalecer e impulsar la infraestructura, los procesos, los programas y los proyectos de desarrollo comunitario que desde de la ciudadanía se han generado.

Hoy resulta muy necesario que los organismos públicos estemos, en la medida de lo posible, en concordancia con las discusiones y reflexiones que se dan desde los ámbitos artísticos, culturales y territoriales. Hablar de ciudadanía y gobernanza en la Ciudad de México es hacer referencia a un proyecto progresista y de izquierda que ha puesto énfasis en la participación de los sujetos como condición indispensable para el ejercicio de los derechos culturales, y en el desarrollo local como estrategia para lograr una sociedad más justa y equilibrada.


Otro de los grandes avances que logramos en estos años es el desarrollo de herramientas tecnológicas para la difusión de la cultura: el Centro de Información del Patrimonio y la Cartelera Cultural Colaborativa de la CDMX permiten, por un lado, una mejor comprensión y conocimiento del patrimonio cultural de la Ciudad de México y, por otro, promover y difundir la inmensa oferta cultural de esta ciudad, así como desarrollar procesos de mejora y actualización de sistemas de información, que han permitido la obtención de mejores mecanismos para la evaluación, el seguimiento y el fortalecimiento de las políticas culturales de la capital. Ninguna de estas herramientas se pueden considerar concluidas ni estáticas, ya que requieren de procesos que de manera permanente las actualicen y las potencien para contar con más y mejor información y con más usuarios para hacer efectiva su función de difusión.

Las más de 69 mil actividades artísticas y culturales realizadas durante estos seis años y la atención anual de más de 4 millones de personas en recintos culturales y espacios públicos, son tan sólo una muestra del esfuerzo realizado, el camino andado y del largo trayecto que falta por recorrer para fortalecer el acceso y la participación en la vida cultural de la ciudad.

Consideramos que se pudieron establecer prioridades, reorientar recursos en función de ellas, gestionar presupuestos, lograr apoyo político y legitimidad de nuestras propuestas, trabajándolas junto con la comunidad cultural y así obtener resultados para el fortalecimiento de los derechos culturales en la capital del país. Consideramos que sólo profundizando y mejorando las políticas que nos heredaron quienes nos precedieron, y aportando nuestro espíritu de innovación y creatividad en el planteamiento de nuevas ideas, logramos mejorar las condiciones de desarrollo para nuestras comunidades.

Ha sido importante el esfuerzo realizado a lo largo de esta gestión por todas las personas que conforman el equipo de trabajo de la Secretaría de Cultura, así como el de todos quienes nos acompañaron en este camino. Ha sido un honor trabajar con todos ellos y quiero expresarles mi más cálido y sentido agradecimiento.

Muchas gracias.

Eduardo Vázquez Martín, Secretario de Cultura de la Ciudad de México