UN KARAOKE PARA CANTARLE A SU AMOR

Publicado el 17 Febrero 2025

SC/CPDC/AR9-25

Su pasión es cantar, le ha fascinado desde niña y aunque no tiene ningún tipo de estudios de solfeo o canto, sabe que lo hace con el corazón, con una voz potente, entonada para alguien que no es profesional, que le salió del alma para dedicársela a Jesús, su pareja hace un año.

Tras el último verso de la canción, Dalila arrancó aplausos sorpresivos de un público improvisado, que como ella, se habían acercado dominados por la curiosidad a un costado de la Alameda Central, a uno de los 22 karaokes gratuitos instalados por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en parques, plazas públicas y estaciones del Metro. Ese grupo reunido, casi sin querer o por mera coincidencia, que caminaban la tarde del viernes 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad.

Como casi todos los que cantaron, se mostraba tímida, pero supo reunir valor y motivada por su gusto por cantar, se paró frente a una treintena de desconocidos. Dalila Enríquez Mendoza, de 47 años, tomó un micrófono, pidió que le pusieran “Los Laureles” y con esa sonrisa propia de quienes no pueden ocultar el nerviosismo miró a su pareja, le dijo que era para él. A unos metros, Jesús permanecía atento mimetizado entre el público, reconocido por una camisa a cuadros abierta y de manga corta.

... “Ay qué tristeza me da/ cuando te llenas de orgullo/ de ver mi corazón/ enredado con el tuyo...” cantaba Dalila de memoria sin necesidad de mirar la letra en la pantalla. Aquella mujer de tez morena clara, cabello rizado a mitad de la espalda y con un acento jarocho mezclado con una pronunciación ocasional de la “sh” de toque norteño se había ganado parte del espectáculo.

Sonaron aplausos de parejas, de amigas que salían del trabajo y pasaban por el lugar, de extraños, de hombres solitarios, de cualquiera que seguía sus pasos sin detenerse y veía de reojo a esas personas reunidas a un costado del mercado de artesanías. La Rebambaramba, quien fungía como animadora y bailarina, fue la primera en felicitarla y Dalila recibió una rosa como reconocimiento a su actuación. Sin titubear y con una sonrisa dibujada en el rostro, le pidió a Jesús que se acercara al escenario para entregarle esa flor acompañada por un beso sellado frente a la concurrencia.

“¡Claro que le dediqué la canción! ¡Yo amo a ese hombre! es muy buena persona y me conquistó su educación, su forma de tratar a una mujer, es una persona muy recta y por eso me enamoró (...) Le he cantado varias veces, pero en la casa y nada más, en público nunca le había dedicado nada. Espero que le haya gustado”, dijo entre risas.

Ese amor nació para lo que algunas personas dicen llamar coincidencia y otras, una serie de eventos que llevaron a Piña Miel, como le dice su familia, a salir de su natal Mata de Caña,Veracruz, para buscar el sueño de cantar en un mariachi hasta terminar a más de dos mil kilómetros de distancia en un restaurante bar en Ciudad Juárez, Chihuahua. No encontró la oportunidad, pero sí el amor. Ahí, Jesús Manuel Reyes Trevizo estaba comiendo a un lado de los mariachis, comenzaron las preguntas, después, él le pidió su número, iniciaron las llamadas telefónicas, la invitación a salir y, casi sin quererlo, una segunda cita sirvió para formalizar la relación y, después, vivir juntos.

Ambos vinieron de visita de la ciudad fronteriza para un paseo por la capital y asistir a uno de los conciertos de despedida de Joaquín Sabina en el Auditorio Nacional. Dalila no conocía la Ciudad de México y en su recorrido por la capital caminaban esa tarde, alrededor de las 15 horas, por la Alameda Central. Ahí estaba dispuesto un karaoke abierto a todos los que quisieran participar y ella no lo dudó ni un instante. Tenía que cantarle a su amor, como lo hacieron Lola Beltrán y Estela Núñez, las cantantes que más admira.

Como ella, Carlos Roldán, de 64 años, recibió aplausos por su interpretación de “Si nos dejan”, de Vicente Fernández. Sonriente, con una boina negra, lentes con armazón de metal y barba de candado cubierta de canas recordó cuando, durante más de 30 años, cantaba en bares y restaurantes en la bohemia en los que solía abrir el espectáculo a otros cantantes del momento. Hace tres años se jubiló, pero eso no le impide continuar con el gusto por cantar que permanece vivo.

“Fue muy bonito cantar. Venía caminando y vi que decía ahí karaoke y me dije, pues voy a participar, y como me gusta cantar, me voy a apuntar y le dije a los muchachos para animarme. Voy para mi casa... pero la flor se la di a la señora bonita, a la que está ahí”, comentó señalando a la profesora de danzón del Centro Cultural del México Contemporáneo que esperaba su turno en la fila.

Con una camisa ranchera blanca, sombrero y bigote poblado, Valentín Montañez festejó su cumpleaños 57 cantando “Quiero abrazarte tanto”, de Marco Antonio Muñiz, pero su dominio del escenario, su confianza para alentar al público y una aterciopelada voz comenzó con un gusto desde los siete años por tradición familiar con su bisabuelo, Fernando Villalpando, compositor zacatecano, a quien se le atribuyen los arreglos de “La marcha de Zacatecas”, de la autoría de Genaro Codina.

Así, de 15 a 18 horas, en “Cántale a tu amor” hubo canciones para todos los gustos: las infaltables románticas, las rancheras, aquellas de pop como “Rosa pastel” de Belanova, las que se escuchan en las fiestas de Luis Miguel, unas más en inglés como “Rolling in the deep” de Adele y las que pusieron a bailar a todos, como “Suavecito” de Laura León o las setenteras, como “Hazme una señal” de Roberto Jordán y “La chica ye-yé” de Olé Olé de los noventa, interpretadas por quienes solo querían divertirse y aprovechar la ocasión de hacerlo con público.

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